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Tibet



Nepal Border (ver en mapa)

20/08/2009:
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Habiendo extendido nuestros visados y contentos de poder disfrutar de tres días más de Tíbet, el martes por la mañana nos marchamos de Shigatse, recorriendo un gran valle dirección al paso de Tropu-la (4950 m) y deteniéndonos más tarde en el pequeño pueblo de Sakya, el cual conservaba el alma tibetana más pura de todos los pueblos visitados. Apartado de la carretera principal y asentado en un fértil valle, Sakya poseía un portentoso monasterio rodeado por unas altísimas y largas murallas de estructura cuadrada. En cualquier caso, nosotros dejamos de lado el monasterio de Sakya para visitar el antiguo barrio tibetano al otro lado del río que, con las casas pintadas de negro y con ocasionales franjas rojas y blancas verticales, se elevaba por una polvorienta pendiente hasta un pequeño monasterio de color rojo, unas estopas de color blanco y las ruinas de otro gran monasterio. Caminando por la salvaje montaña dirección a un monasterio mediano que se observaba a la derecha, nos cruzamos con diversos tibetanos, la mayoría con la cara muy roja, como nosotros, debido a la poca protección de la atmósfera en contra de los rayos solares. Por otro lado, las mujeres tibetanas en general llevan una trenza enrollada alrededor de la cabeza, vistiendo con colores oscuros y un delantal o manto de coloridas franjas en frente.
Justo antes de llegar al monasterio mediano de la montaña, nos encontramos con una familia que amablemente nos ofreció sentarnos con ellos a pesar de no hablar una palabra en común. Después, ellos siguieron el peregrinaje hacia el monasterio, mientras el hombre me sugirió seguirlo amablemente. El hombre me hizo dar la vuelta al monasterio en sentido de las agujas del reloj, mientras me hacía imitar sus rituales, restregando diferentes partes del cuerpo en diversas piedras. Al terminar el recorrido, me encontré a Alexandra en la entrada del monasterio, quien me avisó que el monasterio era de mujeres y que me abstuviera de hacer fotos. Yo seguí al hombre a dentro del monasterio, quien fue vertiendo grasa de Yak en las linternas y dejando algunos billetes de 0,1Y en algunas estatuas, mientras hacía comentarios graciosos a las monjas, las cuales reían tímidamente. Después, una monja me hizo sentarme a su lado, mientras el hombre exclamó alarmado que me levantase enseguida. Pero las monjas, chicas jóvenes con la cabeza rapada y cubiertas con túnicas rojas, le dijeron que no había ningún problema. Entonces, mientras me quedaba solo con ellas, me intentaron dar conversación, aunque el lenguaje no dio para mucho. Finalmente me propusieron hacerles fotos, mientras cantaban y tocaban diversos instrumentos, y me despedí de ellas después de que me escribieran el teléfono del monasterio en un papel.
En Sakya pasamos la noche en una habitación de hotel de peregrinos, con las sábanas muy sucias, que además no disponía de ducha (increíblemente, ningún hotel de los siguientes tres días tenía duchas) y tenía unos lavabos terribles (similares a toda la China, pero peor). Al día siguiente, a pesar de haber dormido 8 horas me desperté más exhausto que los anteriores días, aun así nos pusimos en marcha dirección a Tingri. De camino nos detuvimos en el cuello de Gyatso-la (5220 m) donde hacía tanto frío, que enseguida nos convencimos de la buena decisión de no ir a Everest Base Camp (de la misma altitud). De hecho, hacía días que habíamos tomado la decisión de no ir, ahorrándonos pagar 40€ por persona, un precio que no ofrecía garantías de poder observar el Everest (Julio y agosto son los meses más lluviosos en Tíbet) a una distancia de 30 km (inexplicablemente, el campo base no se encuentra en la base del Everest, sino a unos 25 km de su base).
Durante la parada en el cuello de Gyatso-la, no pude evitar que el frío me penetrara hasta los huesos y durante el camino hasta Tingri noté cómo mi cuerpo temblaba mientras la fiebre me iba subiendo. Justo antes de entrar en el pueblo de Tingri pudimos observar la espectacular cordillera del Himalaya en el fondo, con el Everest elevándose a la izquierda. Tan bonita era la escena que me propuse de curarme al mismo día, y después de pasarme tres horas sudando en la cama del hotel y de tomarme un paracetamol, me desperté con energías suficientes para subir con Alex hasta la colina de detrás del pueblo de Tingri para volver a observar la sucesión de montañas nevadas más altas del mundo. Y delante de estas montañas no dejaba de sorprender la inmensa llanura que se extendía algún centenar de kilómetros en todas direcciones a una altitud de 4500 metros.
Al día siguiente, después de volver a observar la fantástica vista del Himalaya, hemos empezado a hacer camino hacia la frontera de Nepal, cómo siempre flanqueados por cables de electricidad o teléfono paralelos a la carretera, que normalmente estropeaban las fotos de las mejores vistas. Por otro lado, a medida que nos acercábamos a Nepal y cruzábamos los cuellos de La Lung-la (5124m) y Tong-la (5120m) empezamos a observar muchas ruinas, de unas antiguas invasiones nepalesas del 1788 y 1891, las cuales fueron repelidas por un ejército chino asistido por tropas tibetanas. En cualquier caso, bajando por el valle del río Sun Kosi se me hizo difícil imaginar cómo el ejército Nepalés pudo subir por éste estrecho, profundo y abrupto valle. El verde valle medio ocultado por nieblas y nubes ofrecía un paisaje completamente diferente al resto de Tíbet, pero no menos espectacular. Por otro lado, también me resultó extraño que la frontera estuviera situada en medio del valle, sin signos geográficos de mención importante, aparte de una pequeña cascada de que ofrecía una línea divisoria. En la frontera había un pueblo sin ningún tipo de atractivo, donde tuvimos que pasar la noche, ya que llegamos tarde debido a unas obras en la carretera. Fue nuestra última noche en Tíbet alimentada por los bonitos recuerdos de este país, a pesar de que nuestra mirada tenía la vista puesta en Nepal, en nuestro coche y en la vuelta hacia Europa.





Nepal

Kathmandu (ver en mapa)

29/08/2009:
Nepal,+going+out+of+Kathmandu


Nos despertamos temprano, pero la mayoría de turistas se despertaron más temprano que nosotros y en la frontera entre China y Nepal tuvimos que esperar más de tres horas, primero que abrieran la frontera y después que los policías chinos abrieran diligentemente absolutamente todas las mochilas y maletas de los turistas extranjeros y hojeando todos sus libros en busca de material ilegal (por ejemplo, fotografías del Dalai Lama). Pasado los trámites en el pulcro edificio chino, nos dirigimos a la barraca nepalesa, donde después de tomarnos la temperatura con termómetros de mercurio nos sellaron los pasaportes para legalizar nuestra presencia.
Habíamos sido informados que la carretera de la frontera hacía Kathmandu, a pesar de tener menos de 200 kilómetros, está en bastante malo estado y que el viaje en autobús podía durar unas 8 horas. De todas maneras, el problema que nos encontramos fue la ausencia de autobuses o de información sobre éstos. Por suerte, poco después de preguntar por el autobús a Kathmandu, encontramos a un grupo de israelíes (algunos de ellos de origen rumano), que nos dejaron compartir su autobús privado. Sin pensar que ahora podríamos ser el objetivo de algún atentado radical islámico, compartimos el agradable viaje conversando sobre política y viajes. A pesar de todo, aunque agradable, el viaje fue muy largo, al principio por el terrible estado de la carretera, sin signos de ser mejorada en un futuro; y después por la impaciencia de los conductores de otros camiones, coches y autobuses que generaron numerosos atascos antes de entrar en la ciudad y una vez dentro.
Esta llegada a Katmandú nos hizo darnos cuenta que Nepal no ha cambiado nada, con el mismo caos de gente, motos y coches deambulando por todas partes, los mismos problemas de tráfico y las mismas carreteras en obras (como si los trabajadores hubieran estado 5 meses en huelga). Por otro lado, al llegar al hotel donde habíamos sido acomodados la anterior vez, también nos encontramos que no había electricidad (después resultó ser un corte puntual). Lo único que parecía ser un poco diferente, era la menor presencia de turistas en comparación a las anteriores veces, básicamente porque era época de monzón (llovió diversos días). En cualquier caso, eso no nos privó de escuchar en el hotel y en la calle a muchos españoles, típico de nuestra región, donde todo el mundo hace vacaciones en agosto.
Habíamos llegado a Katmandú un viernes por la noche, y ante la imposibilidad de poder ir a recoger nuestra autocaravana durante el fin de semana, decidimos recorrer todo el Tamel (el barrio turístico) preguntando por los mejores precios de diversos productos que tenemos intención de revender una vez llegados a Europa. De todas maneras, el lunes sí que pudimos ir a recoger la autocaravana, la cual se encontraba en el mismo estado que habíamos encontrado, aunque más empolvada. Del taller, condujimos entre el terrible tráfico, hasta la explanada cerca de Tamel, donde habíamos aparcado anteriores veces y donde nos mentalizamos de pasar una ajetreada semana haciendo compras de diversos kilos de ropa y algunos centenares de gramos en joyería (Consultar productos comprados).
Aparte de hacer todas las compras deseadas, al principio de la semana también conseguí contactar con el amigo de nuestros amigos, quién ya se había convertido en nuestro amigo Jay. Nos encontramos con él y su familia un miércoles por la tarde, sorprendiéndonos por el cambio de sus tres hijos durante los cinco meses transcurridos: Maria de cinco años se había vuelto más tímida aunque ya hablaba inglés, Asmita seguía igual de 'traviesa pero también se pasaba absorta diversos minutos dibujando caracteres nepaleses en un cuaderno de la escuela, y David ya empezaba a andar llorando a la más mínima si no tenía todo a su alcance. Conociendo la tradición Nepalesa, llevamos dos cervezas (1,5€ cada una), aunque también Jay había comprado dos, para acompañar una delicioso cena que nos cocinar Jay (una de las comidas más deliciosas en semanas). Mientras cenábamos, Jay nos explicó preocupado que todavía no tenía ningún treking contratado para septiembre (cuándo empieza la temporada turística), por eso estaba tratando de buscar alguna otro agencia para la cual trabajar. De todas maneras, también había empezando a cavilar la idea de ir a trabajar a Europa o quizás Dubai, para poder seguir pagando la educación y manutención de sus hijos, una especie de inversión para el futuro, para cuando él no pudiera trabajar más. En cualquier caso, le alegramos la velada con tres grandes bolsas llenas de regalos, básicamente roba que no habíamos utilizado durante el viaje o que no volveríamos a utilizar, más otros utensilios inútiles para nosotros y que estaban ocupando un espacio valioso para guardar todos los productos que estábamos comprando.





India

Delhi (ver en mapa)

03/09/2009:
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Después de llenar la caravana con diversas bolsas de productos y de despedirnos de Jay el domingo bien temprano por la mañana empezamos a conducir hacia las afueras de Katmandú dirección a Delhi. Teníamos miedo de pasar por el paso junto a Katmandú, donde meses atrás había perdido mi carnet de conducir por culpa de unos policías medio corruptos. A pesar de todo pasamos sin problemas, aunque no pudimos evitar las primeras retenciones unos centenares de metros más adelante. Observando la larga cola de camiones y autobuses que serpenteaban la montaña, pensamos que habíamos tropezado con una huelga, pero el final resultó que sólo había diversos camiones averiados que no dejaban circular el tráfico correctamente. En cambio, unos pocos kilómetros más abajo sí que encontramos la primera huelga o protesta, con unos 10 o 20 agricultores que tenían una larga cola de camiones y coches parado para protestar por el bajo precio que el gobierno tenía fijado para la compra de la leche.
Después de hacer unos 100 km en 5 horas, nuestro trayecto hacia la frontera de la India por la buena carretera del sur del Nepal transcurrió sin problemas, aunque en otro punto, unos chicos tenían bloqueada la carretera con una cinta pidiendo dinero para ayudar a su Dios. No nos comentaron porque su Dios necesitaba dinero, pero nosotros nos negamos a ayudarlo argumentando que éramos cristianos (no me atreví a mencionar que era ateo) y al final nos dejaron pasar. Por otro lado, durante todo el trayecto, no pudimos evitar ir recordando todos los lugares donde cinco meses atrás habíamos vivido momentos de tensión: donde nos habíamos cruzado con miles de manifestantes, donde habíamos encontrado barricadas, donde habíamos tenido que apartar árboles cortados, donde pasamos de largo coches quemados ...
Al tercer día por la mañana llegamos a la frontera de Nepal con India, la cual cruzamos sin problemas en compañía de una catalana y un valenciano. En el otro lado, observando el panorama, Alexandra se partió de risa con mi chiste de llamar a India como el país de la abundancia (abundancia de caos, de personas, de vacas, de triciclos, de bicicletas, ...). Ah! Me olvidé de añadir que India también es el país de la abundancia de puentes caídos. En muchos puntos del viaje habíamos tenido que desviarnos por los lechos de ríos medio secos, pero a una decena de kilómetros de la frontera había un puente caído y el agua del río era demasiada fuerte para que pudiéramos cruzarlo. De hecho, había diversos camiones que lo estaban intentando y dos de ellos se habían encallado. Por suerte, unos chicos nos comentaron que había una ruta alternativa, pero después de circular unos diez kilómetros por caminos muy estrechos, tuvimos la mala suerte de encontrarnos con un puente con un limitador de altura, unos 30 centímetros más bajo que nuestra autocaravana. Al lado del puente había otro paso por dentro del río, pero al entrar con los pantalones subidos constaté que el agua me llegaba por sobre las rodillas y que sería imposible de pasar sin ahogar al motor. Sin posibilidad de continuar hacia Delhi por la carretera preestablecida, abrimos el mapa y, ayudados por un grupo de policías, nos decidimos de hacer una gran vuelta por las montañas que según los policías nos haría perder un día, aunque en realidad nos hizo disfrutar de dos días extras.
A principio nos asustamos, porque el camino que enfilaba las montañas estaba sin asfaltar y en muy mal estado, aunque la vista sobre la planicie era espectacular. En cualquier caso, una vez pasado el primer puerto de montaña el camino mejoró significativamente, continuando igual de estrecho pero asfaltado casi en todo momento. El fresco de la montaña y los espectaculares paisajes enseguida animaron a Alexandra, quien en vez de mantenerse pesimista por la vuelta que estábamos haciendo, me pidió de pasar algunos días de más en las montañas para relajarnos. Pero en vez de eso seguimos circulando muy tranquilamente, cruzando diversos valles y puertos de montaña; atravesando bosques de pinos; enfilando la montaña, igual que las incontables terrazas con campos de arroz trigo y otros cereales; admirando las casas pintadas de blanco y otras de piedra, algunas de las cuales tenían el tejado de pizarra; saludando a los tímidos habitantes que se mostraban muy curiosos con nuestra presencia ... Pasado dos días por las montañas, finalmente llegamos al pueblo de Nanital, una antigua estación de montaña de los ingleses, con ningún atractivo en comparación a los anteriores pueblecitos. Y desde aquí empezamos a encontrarnos de nuevo con el caos de la India, que siguió así al día siguiente (hoy) que hemos seguido el camino hasta Delhi.
Antes de entrar en Delhi, en medio del calor y un tráfico terrible, hemos tenido otra visión de una montaña, una antítesis total a los anteriores paisajes. Alertada por un terrible hedor (afortunadamente mi alergia me ha impedido olerla), Alexandra me ha señalado al lado de la carretera, a unos dos o tres kilómetros, una gran montaña de basuras de quizás un kilómetro de diámetro y unos cien metros de altura, que continuamente era enfilada por camiones cargados de más basuras; y en lo alto de la montaña parecíamos divisar decenas de fantasmagorías figuras rebuscado entre los nuevos desperdicios. Ha sido una visión horripilante, pero mucho más al imaginarme el futuro de esta montaña, la cual (de seguir con el mismo ritmo) próximamente sería visible desde toda la ciudad (y seguramente también olida). ¿Hacia dónde nos está dirigiendo el consumismo? ¿O la superpoblación? ¿O el capitalismo? ¿O la causa de que sea la responsable de eso?



11/09/2009:
Hemos pasado una semana a Delhi, básicamente comprando diversas bolsas de productos que pensamos revender en Europa (Consultar productos comprados), pero también visitando la embajada de Irán con el fin de conseguir el visado. De todas maneras, nos informaron de que como máximo nos podían dar un visado de 7 días después de conseguir una carta de recomendación de nuestras respectivas embajadas. Aunque, también nos informaron de que podríamos conseguir los mismos días desde Pakistán sin necesitar las mencionadas cartas. Así pues, hemos dejado la visa que nos falta apostando todas las cartas con Pakistán, hacia donde nos hemos dirigido después de la semana de compras.
Ayer a la noche, la última noche antes de cruzar la frontera, la dormimos en una gasolinera. Mientras estaba trabajando con el ordenador, un hombre medio borracho golpeó dos veces la puerta pidiéndome unirme a ellos, un grupo de Indios que bebía cerveza delante de la autocaravana. Para no tener problemas y al mismo tiempo mantenerme simpático le dije que saldría en cinco minutos y así lo hice. Por sorpresa mía, tan pronto como nos hubimos presentado, me abrieron una cerveza, algo bastante inusual en la India, donde la hospitalidad no es un concepto demasiado conocido. El hombre que me invitó era un granjero que tenía 8 tractores y con él había el propietario de la gasolinera, que paralelamente poseía una flota de camiones. Le pregunté qué transportaba en los camiones, y cuándo a la decena entendió la pregunta, me respondió que básicamente cerveza y whisky de una destilería próxima. No fue extraño pues, que mientras se me estaba acabando la cerveza me ofrecieran enviar su conductor a buscar más cerveza, algo que rechacé. De todas maneras, a cambio de la cerveza y de la buena compañía, me vi obligado a repetir diversas veces que India es uno de los mejores países del mundo, que era mucho mejor en Pakistán, que todos los musulmanes son malos y que la provincia del Punjab es la mejor de la India. Finalmente me explicaron que el Punjab es una provincia formada mayoritariamente por Siks, los cuales muchos de ellos llevan la cabeza cubierta con un turbante. En cualquier caso, pocos turbantes habíamos observando por el camino, porque todo el día había estado lloviendo y todos los siks tenían el turbante tapado con una bolsa de plástico o con una bolsa especial, mientras tenían el resto del cuerpo y ropas mojándose bajo la lluvia.
Finalmente hoy hemos llegado a la frontera entre la India y Pakistán, donde había muchos camiones descargando cajas de un lado hacia el otro. Ninguno de los dos gobiernos deja pasar vehículos al otro lado de la frontera, de todas maneras, si lo permitieran, muchos camiones del país vecino seguramente resultarían quemados. En cualquier caso, para nosotros, que nos mantenemos apartados del conflicto de los dos países, tampoco fue tan sencillo de cruzar, sobre todo por el celo mostrado por los policías indios ante todas las bolsas de la autocaravana. Al principio uno de ellos manifestó: "tendréis que sacar todas las bolsas". Alexandra empezó a sudar mientras yo respondía: "tardaremos todo un día...". De todas maneras, al final se convencieron de inspeccionar el coche sólo por dentro y nos dejaron cruzar hacia Pakistán, donde los trámites fueron mucho más rápidos.



Pakistan

Lahore (ver en mapa)

19/09/2009:
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En Lahore hemos aparcado en el mismo aparcamiento de hace un año, cerca del centro (Regalo Chowk), donde el propietario, un pequeño hombre viejo con barba blanca que no había conocido la otro vez, me entretuvo ofreciéndome conversa. El hombre me explicó que era proveniente de Marruecos y que había estado viviendo unos años en Madrid, pero que un día cometió un gran error y tuvo que huir, estableciéndose finalmente en Pakistán, donde vive desde hace veinticinco años. Me comentó que España era un país muy bonito, porque antiguamente había sido un país Islámico; en cambio, comentó que el Pakistán era un país con gente muy mala, que es capaz de matarte por unas pocas monedas. En cualquier caso, nosotros no encontramos a nadie así, más bien lo contrario, pues nos volvimos a encontrar con Amina (la chica de Couchsurfing que nos habíamos encontrado hacía poco más de un año) y con algunos de sus amigos.
La suerte, o mala suerte, nos hizo llegar a Pakistán otra vez durante el ramadán, el mes musulmán durante el cual todo el mundo ayuna mientras el sol ilumine (aparte de no comer, los fieles no pueden beber, fumar, hacer el amor...). Fue por este motivo que nos encontramos con la Amina por la noche, para cenar en un restaurante con sus amigos. Durante la cena conocí a Shahid, un Ismaelita del valle de Hunza (en el norte del Karakorum) que me invitó al siguiente día a beber alcohol con un amigo suyo. Fue esta siguiente noche, mientras vaciábamos una botella de vodka, que Shahid y su amigo me desmitificó la religiosidad de los paquistanís. Por ejemplo, me comentaron que mucha gente en Pakistán no ayuna durante el Ramadán, o que en el país hay 3 destilarías para que los cristianos y otras minorías puedan adquirir alcohol, aunque el 95% de la producción va destinada ilegalmente a los musulmanes. De todas maneras, también me comentaron que en el Coran no dice nada en contra de beber alcohol, siempre y cuando no te distraiga de las plegarias. En cualquier caso, ellos me acabaron admitiendo que no plegaban, porque tampoco lo consideraban una obligación escrita el Coran. Incluso, el amigo manifestaba que el Coran actual, puede ser una modificación de la palabra original de Dios, porque el Coran se transmitió oralmente durante un tiempo y no se escribió hasta después de la muerte de Mahoma. De todas maneras, también me admitieron que Pakistán está muy radicalizado religiosamente, sobre todo a partir de los años 80, cuando Estados Unidos impuso un general islámico que soportara la guerra contra Rusia en Afganistán. En cualquier caso, ellos se consideraban musulmanes, creyentes en Dios, y orgullosos de su religión, a pesar de las consecuencias sociales que les comportan. Por ejemplo, el amigo de Shahid consideraba que mis tres años de relación con Alexandra era muy poco tiempo, porque debido al Islam, en Pakistán es complicado tener novia y cuando se tiene una se conserva cueste a lo que cueste. Me explicaba que las relaciones en el mundo islámico se tienen que trabajar mucho más, y que él no pudo hacer el amor a su chica hasta al cabo de 3 años de conocerse, porque prometió que se casarían, aunque al final no lo hicieran y se dejaran.
A pesar de los buenos momentos pasados con estos amigos, el motivo principal de nuestra estancia en Lahore era esperar que llegara una carta a casa de Amina con el documento del seguro del coche que me permitiera circular por Irán. De todas maneras, la aseguradora lo había enviado por correo normal en vez de mensajería y al final nos marchamos de Lahore con el seguro impreso a través de Internet. En cualquier caso, otro motivo que nos retuvo en Lahore fue la tramitación del visado de Irán. El primer día laborable después de nuestra llegada, el lunes, fuimos al consulado de Irán en Lahore, donde conocimos unos franceses que también hacían cola para tramitar su visado. Ellos nos comentaron que habían hecho una pre-tramitación a través de Internet, y una vez a dentro les dieron un visado de turismo (30 días) al instante. En cambio, a nosotros nos comentaron que tendríamos que esperar una semana, aunque también nos recomendaban hacer el proceso por Internet (mínimo 3 semanas). El viernes volvimos a la embajada, pero estaba cerrada, y al sábado volvimos con una carta donde manifestábamos nuestro amor hacía Irán y la religión islámica. La carta los debió de enternecer, porque el hombre de la recepción nos comentó que, contrariamente al lunes, intentaría hacer alguna cosa para que pudiéramos tener el visado la siguiente semana (a cambio de pagarle unos 30euros), el cual podríamos recoger en Quetta, después de que el consultado abriera pasado dos días de fiesta por la celebración del fin del Ramadán.





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